Bonsái sobre una mesa

Orígenes y cuidados del bonsái

El cultivo de bonsáis es un arte milenario que proviene de China, dónde los monjes taoístas tenían la creencia de que manteniendo un árbol en una maceta se aseguraban la eternidad, por lo que los bonsáis son símbolo de eternidad, un puente entre lo divino y lo humano, el cielo y la tierra.

En los orígenes de este arte, los chinos buscaban transmitir las características de árboles existentes en las altas montañas a pequeñas macetas o vasijas, por lo que al tener que luchar contra adversidades climáticas extremas, éstos poseían formas especiales.

El arte del bonsái empezó a entrar en Japón hace unos 800 años, dónde se ha ido perfeccionando poco a poco hasta evolucionar al arte actual, aunque muchos de los ejemplares más emblemáticos que muestran esta evolución se perdieron en la 2ª guerra mundial.

La forma y estética del bonsái no se logra sólo con genética, sino con mimo y cuidado, hay que podar sus hojas, raíces y tronco cada cierto tiempo (depende de la especie será más o menos frecuente) con sumo cuidado, dándole forma y significado y si se hace bien puede ser tan longevo como cualquier árbol.

Los bonsáis son muy sensibles a la luz, el aire, el agua. Es recomendable regarlos cuando la superficie de la tierra esté seca (no del todo, evita que se agriete), con una regadera de agujeros finos (en verano dos o tres veces al día y en invierno cada dos-tres días). Deben abonarse con regularidad (lógicamente más en primavera y en verano que es cuando la savia del árbol está más activa) y cada dos o tres años trasplantarlos, ya que la tierra o la maceta iniciales no son suficientes para su correcto desarrollo.

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